"Disidentes: Antología de
poetas críticos españoles (1990-2014)"
Por Javier Cristobal
El diccionario de la
RAE define el término disidencia como
un “grave desacuerdo de opiniones”. Ante dicha definición, muchos filólogos
exigentes se quedarían incluso satisfechos sin advertir que en ella misma se
encuentra el inquietante germen psico-político de la dominación blanda (y por eso mismo más totalitaria) de las modernas
democracias occidentales. Tanto es así que, muy probablemente, el único terreno
significativo en el que todavía es posible llenar de peligrosidad el gesto
disidente sea la poesía en tanto que ámbito regenerador del lenguaje.
Sí señores. Porque la disidencia no es en ningún caso una
disparidad de criterios. No en vano Noam Chomsky ya observó, en un análisis de
extraordinaria lucidez, que una de las más eficaces estrategias del poder para
mantener su legitimidad es la de promover acalorados debates entre posiciones
enconadamente enfrentadas pero que en ningún caso escapan del marco de lo
políticamente correcto y aceptable. Mucho ruido y pocas nueces, que diría el
dramaturgo. Mucha sensación de pluralidad y disidencia cuando en realidad no
dejan de agostarse los márgenes de lo pensable.
Los irreductibles posmodernos, en sus fuegos de artificio
dialécticos, en su justificación estúpida de la realidad como lo que alcanza un
estatus de representación (Hegel mediante) neutralizan el concepto de exterioridad.¿Qué podría ser tal cosa, si lo único existente es el
discurso? Es en ese nudo de apariencia indisoluble en donde necesitamos la
navaja de la disidencia otra. Aquella que comporta la rehabilitación
de las condiciones de posibilidad de la exterioridad. De otro modo sólo
conseguimos seguir levantando acta del desastre y, paradójicamente, colaborar
en la incesante renovación del espectáculo.
Y ahí la poesía deja de ser un producto cultural, una mercancía
amable o incluso un modo de denuncia, para convertirse en la actualización de
lo impensable. La poesía se materializa en la irrupción de lo exterior cuando los apparátchiki de la
intelligentsia ya lo habían dado por muerto. La brecha continúa abierta. Se
asalta la cotidianidad. Se hace desgañitarse al lenguaje en las salas repletas
de muerte de los museos.
Así que lejos de discutir
(del latín discutĕre, disipar) el disidente quiere entorpecer, producir
cortocircuitos en el sistema, poetizar lo
imposible. Habita la exterioridad que él mismo produce y solamente acepta
participar al modo en que un hacha percute contra la estupidez.
Digo todo esto porque ha llegado a mis manos la Antología de
Poesía Crítica que ha reunido Alberto García Teresa bajo el título de “Disidentes”,y que como dice el propio
compilador en el prólogo, “ pretende ser un repertorio completo y exhaustivo de poetas
críticos españoles en lengua castellana contemporáneos”.
Desde ese presupuesto no
debe extrañarnos que el resultado final sea muy desigual. Valga, en cualquier
caso, el esfuerzo de García Teresa para proporcionarnos una idea aproximada del
paisaje actual de la disidencia española. En él, inevitablemente, aparecen
poéticas que pensándose profundamente subversivas no dejan de ser una justificación implícita del estado de
las cosas, disparando
una rebeldía de corto alcance que parece tan sólo pretender una distribución
más justa de los bienes y servicios que produce esa monstruosidad a la que
llamamos sociedad capitalista. Pero a su lado, como una cartografía paralela,
se levantan voces capaces de seguir significando el afuera. Entre esos francotiradores del extrarradio
permanece nuestra esperanza del sabotaje permanente y selectivo: David
Benedicte, Patricio Rascón, Ana Pérez Cañamares, María Eloy-García… son sólo
algunos de esos valientes que continúan manipulando los explosivos.
http://revistatarantula.com/disidentes-antologia-de-poetas-criticos-espanoles-1990-2014/
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