miércoles, 5 de agosto de 2015

Entrevista en Artes Hoy




Entrevista a Alberto García-Teresa
Por Mª Ángeles Maeso


23 junio, 2015
Artes Hoy

Alberto García-Teresa es el poeta que mostraba con Hay que comerse el mundo a dentelladas (2008) lo arraigada que está en nuestro tiempo la servidumbre, así como la incapacidad para imaginar un mundo mejor; el que con Oxígeno en lata (2010) denunciaba la cosificación del ser humano convertido en consumidor;  el que nos  alertaba con Abrazando vértebras (2013) sobre necesidades axiales: unir, vertebrar abrazando un eje central para no perder pie. Pero Alberto García-Teresa también escribe crítica literaria, coordina ciclos de lecturas de poesía contemporánea, convoca intervenciones públicas para que la poesía incida en la vida programada y abra una brecha en el cálculo del orden y de las máquinas registradoras. Es lógico que a su nombre le acompañen predicados como poeta y activista cultural. Hablamos con Alberto, militante de la poesía, que borra la distancia entre el escribir y el hacer.

P.- En 2012 te doctoraste con una tesis bajo el título Poesía de la conciencia crítica (1987-2011) (Tierradenadie, 2013) con la que dabas cuenta de una poética que, en los últimos veinte años, estaba poniendo en el eje de su creación los conflictos sociales, económicos e históricos. ¿Qué rasgos diferencian esta poética de otras amparadas bajo el título de “poesía social”?

R.- La diferencia principal coincide con la característica vertebral de la “poesía de la conciencia crítica”: Dichos conflictos, por un lado, son enunciados por el “yo poético” desde dentro. Es decir, el “yo” forma parte y se encuentra atravesado por ellos; no se acerca a ellos desde una posición ni superior ni externa. Además, como bien señalas, los ubican como eje en el centro de su expresión poética, por lo que condicionan toda su trayectoria, toda su obra. Estos conflictos, asimismo, son manifestados de forma crítica (no como reportaje, sino con un planteamiento de denuncia o de oposición), con un alcance radical (no limitándose a causas y consecuencias) y de manera explícita o implícita: se abordan multitud de temas pero siempre se ponen de relieve esas tensiones, incluso cuando se emplea la expresión lírica. A su vez, esa posición impide cualquier tipo de paternalismo, dado que habla como individuo que vive los mencionados conflictos económicos, políticos, de género y ecológicos o bien lo hace en términos de identificación cuando se refiere a otros referentes. Además, se interpela al lector para que él sea quien extraiga conclusiones y resuelva la distorsión ideológica que estos poetas ponen de relieve. De esta forma, el cuestionamiento del sistema se deja en manos del lector, que asiste a las contradicciones y a las consecuencias del desarrollo último y de la aplicación de la lógica de la ideología imperante que muestran los poemas. Desde ese punto de partida, que no consiste en un presupuesto estético sino ideológico, los diferentes autores de esta tendencia (donde conviven diferentes generaciones, desde nacidos en los años treinta hasta nacidos en los ochenta) desarrollan una gran diversidad de estéticas, que abarcan desde el registro figurativo hasta la dicción descompuesta o la experimentación fonética. Esa heterogeneidad constituye, de hecho, una de sus principales fortalezas. Sintéticamente, esas serían las claves de la “poesía de la conciencia crítica”. 

P.- El tiempo en el que se fija tu estudio es el acotado por dos fechas: 1987, año de publicación de Cántico de la erosión de Jorge Riechmann, y 2011, año de la emergencia del movimiento 15-M. ¿Qué sucede antes de esas fechas? ¿Había desaparecido del mapa poético el conflicto sociopolítico y económico?

R.- No. Es importante tener en cuenta la sucesión de poéticas críticas que han jalonado la poesía española desde la Edad Media. Lo que ocurre en 1987 es el comienzo de una nueva configuración ideológica, económica y política del mundo con la descomposición del campo soviético y la hegemonía del capitalismo. Y, con ella, una nueva necesidad de expresar la crítica desde la poesía, que irrumpe en un contexto poético que había desterrado el conflicto político del verso a pesar de, también en los ochenta, los fallidos intentos teóricos de “La otra sentimentalidad” o el acercamiento de la “poesía entrometida” de Beltrán al condicionamiento histórico.

P.- Ahora estás dando a conocer la antología Disidentes. Antología de poetas críticos españoles (1990-2014) de cuya edición y selección eres el responsable (Ed. Oveja roja, 2015) y que tú presentas como “una expresión de disidencia y de antagonismo; una crítica a la estructura socioeconómica actual, a su ideología y a los valores que la sustentan”. Esta antología parece concretar, con poetas y su obra, los aspectos teóricos analizados en tu tesis, ¿A qué obedece ahora nuevo título Disidentes?

R.- Efectivamente, constituye la muestra de aquello que estudié (en Poesía de la conciencia crítica (1987-2011) analicé tanto a los poetas de esa tendencia como a otros poetas críticos coetáneos). Así, Disidentes se trata de un repertorio completo de todos los poetas críticos españoles contemporáneos con textos publicados desde 1990. La selección es exhaustiva, pero he mantenido un criterio que contemplaba este volumen como unidad, y por ello no he escogido textos de cada autor que buscaran ser representativos de cada trayectoria particular, sino sus mejores poemas atendiendo también al conjunto en niveles de calidad. Además, entiendo que los poemas deben defenderse por sí solos, a todos los niveles, y de lo que estamos hablando es de práctica poética. De ahí que el libro no contenga ni poéticas, ni metapoesía y que sólo ofrezca una breve explicación metodológica de un par de páginas como introducción. 



P.- En Disidentes confluye la poesía que cuestiona el orden capitalista que rige el mundo, aunque los modos de enunciación de cada poeta abarquen diversas estéticas, ¿esto supone apostar por una crítica que incorpore la condición ideológica del discurso poético, que fije la marca de la historia en la escritura y la lectura, una apuesta en definitiva, por documentar la falsedad de la división entre exigencia estética y discurso comprometido?

R.- Creo que de facto se demuestra eso. Pero, en primer lugar, hay que señalar que la heterogeneidad estética revela, a su vez, una pluralidad de planteamientos anticapitalistas, feministas y antiproductivistas; una convivencia entre diversos caminos para tratar de superar una estructura de explotación o de dominación. Esto constituye, en definitiva, una firme oposición al paradigma del pensamiento único. Por otra parte, volviendo a tu pregunta, en efecto, cada poeta realiza un análisis de las posibilidades y de las repercusiones políticas de la forma que utiliza, siempre pensando en poner en cuestión el sistema, y la elige en función de esa perspectiva de crítica con una intencionalidad política. De ahí que todas ellas coincidan en la no complacencia con lo establecido (en el plano referencial, léxico, sintáctico, ideológico); en contradecir la ideología dominante de distintas maneras. El trabajo con el lenguaje como herramienta, por tanto, es parte de la labor de crítica, de desmontaje y de desvelamiento del sistema.

P.- Incluyes nada menos que a 81 poetas. ¿Tenía razón Cervantes al afirmar en Los trabajos de Persiles y Segimunda que “El año que es abundante de poesía, suele serlo de hambre”?

R.- Es obvio que las condiciones materiales determinan las construcciones culturales. Me parece importante, sin embargo, remarcar que Disidentes no abarca sólo publicaciones de los años en los que explotó la crisis económica, sino que recoge un nutrido movimiento que ha ido desarrollando la crítica a esta sociedad desde hace unas décadas, al tiempo que se consolidaba el capitalismo de consumo y el progresivo recorte de derechos laborales y sociales en nuestro país. Por tanto, no estamos hablando de algo puntual, circunstancial, sino de unas prácticas poéticas que han hecho de la disidencia un elemento central o muy relevante en toda o en una parte importante de su trayectoria. 

P.- Hace 16 años que el poeta Antonio Orihuela organizaba el primer encuentro de “Voces del extremo” en Moguer. Con él ponía se ponía en marcha una propuesta poética comunitaria. ¿Qué importancia le das a estos encuentros para la emergencia de esta poética de la conciencia crítica?

R.- “Voces del Extremo” ha sido fundamental para la poesía crítica reciente. Su camino no habría sido el mismo, estoy seguro, sin estos encuentros, que prosiguen celebrándose desde 1999 anualmente (sólo un año no pudieron celebrarse, pero seguidamente se han venido realizando dos ediciones cada año). Permitió, por un lado, poner en contacto a muchos autores que llevaban ya tiempo desarrollando una poesía de resistencia, que se entablaran enriquecedores debates entre ellos y que, incluso, tomaran conciencia como tendencia. Todo eso ha nutrido, ha enriquecido y ha permitido avanzar tanto su escritura particular como al conjunto.  Asimismo, su continuidad y su expansión por otros territorios (con las ediciones itinerantes de Béjar, Logroño y Madrid), igualmente, han facilitado que nuevos escritores pudieran encontrar referentes y que constituyera un punto de partida desde el cual surgieran otras iniciativas políticas y poéticas. Además, la publicación, en cada convocatoria, de una antología con poemas de los participantes constituyó el único modo de acceder a un buen número de propuestas críticas y tratar de intuir o de perfilar líneas generales de la poesía española crítica contemporánea (Once poetas críticos en la poesía española reciente se editó en 2007 y, anteriormente, Feroces sólo aglutinaba a unos pocos de estos autores junto a muchos otros de muy diversas tendencias que sólo tenían en común una supuesta etiqueta de “alternativo”). 




P.- Tú eres un activista de la poesía, un brigadista que salpica Madrid de poemas realizables capaces de poner en marcha mínimos gestos de sabotaje. Háblame de esta experiencia de la Brigada Poética.

R.- La Brigada Poética tiene un doble recorrido. Por un lado, los textos, que conformaron mi primera publicación, la plaqueta Las increíbles y suburbanas aventuras de la Brigada Poética (Umbrales, 2008) y más adelante el libro Peripecias de la Brigada Poética en el reino de los autómatas (Umbrales, 2012). Estas piezas, que andan a medio camino entre el poema en prosa, el microrrelato y el apunte periodístico ficcional, proponen, como afirmas, gestos de sabotaje a nuestro mundo mercantilizado, apático y hueco. A través de la poesía, se presentan acciones (que pudieran ser más o menos factibles) sorpresivas e imaginativas, alimentadas y sostenidas por versos y poetas, que procuran provocar un cortocircuito en la inercia consumista y alienante del día a día y manifestar un sistema de valores y de experiencias de oposición a las hegemónicas.
Sin embargo, también supone la puesta en práctica de varias acciones poéticas en espacios públicos que, igualmente, pretenden interrumpir la cotidianeidad con una misma intención. En ese sentido, siendo conscientes de la cierta ingenuidad en el ámbito de las posibilidades de agitación reales que tienen, pero también reconociendo la fuerza de su valor simbólico, buscan desbordar el espacio al que habitualmente se relega la poesía (el libro, la librería, la biblioteca, el aula) y abrir nuevos cauces para el encuentro con ella por quien no la percibe cercana. Al mismo tiempo, se aspira a resignificar el espacio público para que no resulte un mero lugar de tránsito sino un espacio de socialización y de comunicación no comercial. En ese sentido, la que más he empleado, y que más se ha extendido (pues existe una voluntad de constar como un sujeto colectivo difuso para enfrentarse al narcisismo y a la atomización social), es la colocación de pequeños trozos de papel o post-it (frente a una pegatina o una pintada, que pudieran generar rechazo) pegados sólo por una parte (lo que garantiza su movimiento y llamar así la atención y, además, hace que puedan ser quitados sin problemas por quien quiera llevárselo o por quien trabaje en su limpieza) en lugares inesperados y muy frecuentados (puertas y ventanas del transporte público, máquinas expendedoras, cajeros automáticos, paneles y letreros, mobiliario urbano, etc.). Estos contienen un par de versos de distintos autores con especial poder de reverberación y de estímulo, mayoritariamente de contenido crítico, que buscan esa interrupción en la rutina, esa dislocación que nos saque de la inercia física y mental en la que estamos sumidos en la ciudad. Unos cuantos ejemplos se pueden ver aquí.

P.- Uno de tus poemas dice:
Buscar poesía
entre los tubos de escape,
entre el bullicio de una avenida
o bajo el cemento de un parque,
hundiendo el latido como azada
en grumos de tierra seca
puede parecer un acto poético
de cartón-piedra.
Pero es posible; es necesario
como respiración en la tormenta.
¿Concibes la poesía como respiración celayana, “como el aire que exigimos trece veces por minuto”?

R.- Partiendo de que la poesía posee una multiplicidad de funciones (aunque se exige que seamos consecuentes con las implicaciones y las repercusiones de aquellas que elegimos y del hecho de omitir otras), si le dotamos, como yo hago, de una tarea y una dimensión de rehumanización, de recuperación de vínculos y de construcción de comunidad, como espacio de estímulo de creatividad, entonces, efectivamente, la poesía se nos hace indispensable en una sociedad como la actual, dominada por el hiperindividualismo, la alienación y la sumisión. Además, si la empleamos como herramienta que nos acompaña en las luchas sociales, tal y como yo la concibo, se ratifica su urgencia y su necesidad dado el alto grado de degradación social y ecológica contemporánea. Debemos adquirir conciencia de nuestro vivir, de nuestro respirar, del momento en el cual nos encontramos individual y socialmente, y, frente a la evasión y las proyecciones virtuales y otras distracciones anestesiantes, entiendo que la poesía (o, más bien, determinada manera de escribir y de leer la poesía) puede contribuir a ello. En ese paradigma trato de ubicarme.


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